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5.6.05





Madera sola remite a materia orgánica pura. También a mueble abandonado. O a algo tan distinto como la versatilidad y adaptabilidad de un tipo de materia que puede por sí sola sostener una estructura completa.

Madera sola es de Karla. Madera sola es "para Francoise, Laura y Carmen; para Susana; para Ivabelle, Mónica, Lety y Cristina". Madera sola es un libro, con su pasta brillosa; su pintura en la portada; su papel beige; su texto de contraportada, índice y solapas; su orden bello y estratégico, multiplicable; su naturaleza impresa pretenciosa de permanencia; su código paciente y su evocación sensorial. Madera sola es, en hoja aparte, "para José Antonio Castillo Riaño".

Las formas de la madera, como una casa, "mi casa", "esta casa". Y aquella mesa adentro, herida de corredores, ¿será otra forma de la madera? La mesa sobre la que la poeta escribe su flujo mental, sus pasos a seguir, su entramado verbal, sus ideas subordinadas, sus distintas voces, su alternación. Y la silla, otra forma de la madera, sometida a la mano de la especie humana, tallada, cortada, transportada, transformada. Y la puerta, simplemente eso, otra forma de la madera, que hace los muros penetrables.

La poeta que allí habita se mantiene hablando en silencio. Al parecer sólo así podrá quedarse allí dentro, detenida, abierta "hacia todo con brazos extendidos", incrédula de realidades objetivas, aunque metida en el tiempo y con recuerdos. Y aquella cama con "algo de barco", ¿acaso también de madera?

Cruce de sueños; árboles que hablan de "los descensos de los ojos"; situaciones cotidianas que contienen sucesos extraordinarios; un triste recuerdo resuelto en una asociación entre el respiro y la evocación.

Como era de esperar y sin tener que ser así, dentro de esa casa hay un árbol que no es de madera, sino de agua, que cuando llueve trae tristeza, llena de vacío el vacío y entonces "nada falta". Y dentro de esa casa también un edificio "viejo maltrecho por los días". Al pie de su cama la poeta canta: "esa botella me llevaba me llevaba […] dentro mi llanto dentro […] yo iba adentro a la deriva yo iba adentro", historia de otro bello naufragio que culmina en el regreso a las aguas.

En el aire que encierran aquellos muros flotan razones de manos y palabras: "Por eso mis manos vacías mis manos lentas mi palabra flaca con un día atento que alumbre mi frontal", registra la poeta. Rodeada de "anfibios mundanos" e "intactas sombras en los verbos", la poeta posa en aquella madera transformada en silla, que se penetra de ese aire sombrío que afecta su mueca.

Toda madera allí dentro respira mezclando su oxígeno y su sonido con el aire. Su historia desemboca en cada una de sus formas, permaneciendo a través de las metáforas que la ven. Fonemas desfilan sobre la mesa, construyendo visiones futuras, bajo aquel techo, también de madera, que cubre los huesos solitarios de la poeta.

Y ésta, enredadamente apartada, asimila una metamorfosis que tanto espera, subiendo con cada verso otro escalón hacia el castillo elevado de su ser. El camino pasa por pesadillas y fantasías, puertas que cierran y abren. No hay vuelta atrás cuando la poeta dice "ya no camino más que por la lengua". Seguir percibiendo la subida la mantiene de pie, llevando a cuesta sus nombres y sus dudas.

Fuera y dentro de la casa lleva sus pasos sobre el mismo sendero. Y así va y regresa, siguiendo su olfato y sus sueños narrables, siendo espectadora cercana o lejana, procesando estímulos dramáticos o metafísicos. Mientras avanza busca la prenda orgánica que contendrá su líquido y definirá mejor su aura; y evidencia relaciones que se disparan de su palabra.

Fotos familiares sobre el buró; filosofías brutales causan angustias que sólo el tiempo podrá apaciguar, después de brindar los finales; imágenes que enseñan a pensar con los ojos.

Aquella madera en forma de casa se alimenta del mar que la rodea, extiende sus puertos a las barcas en que la poeta navega a través de sus mares, mientras es observada. Los elementos son los espejos que le dan forma de aire, de tierra, de fuego, de agua; y le heredan sus estructuras complejas y sus composiciones.

La poeta continúa adentro hablando en silencio. Va y regresa. Hace arreglos necesarios para trazar así su triste y solitario canto. Y silenciosamente también se va abriendo las capas de su propio cuerpo, llegando a un entendimiento entre su esqueleto, sus órganos, sus venas y su palabra.

De la cama a la calle alguien escucha lo que dice, alguien a quien se lo dice. Los hilos de sus letras se extienden hacia los ojos allá afuera, que reciben sus signos y definen sus diferentes destinos.

El tiempo no es el de a diario, sino el de siempre, el que a su paso va desprendiendo los muros y contando los sueños.





En Tres tristes tigras (Desde esta esquina) tres poetas mujeres se reúnen para hacer esta edición, que reúne algunos de sus poemas, seleccionados en el ánimo más abierto y más honesto, el que gira alrededor del mundo particular de cada una de ellas. Las tres comparten juventud y espacio geográfico en común, al cual encontramos distintas referencias, en los temas o en los lenguajes.

En "Apuntes de concreto" Teresa Avedoy experimenta con la sintaxis y los estilos de la escritura. Versatiliza la lengua permitiendo el juego lingüístico como estrategia de la metáfora. Desde el título y dentro de algunos textos relaciona la poesía con la arquitectura. Reinventa y reescribe algunos dichos mexicanos. Implica la feminidad con la cocina e implica la feminidad con la ciencia. Utiliza el vocabulario de la era electrónica. Enmarca citas textuales extendiendo puentes hacia ellas desde su palabra. Crea el arte de su escena con objetos cotidianos. Edifica algunas de sus relaciones personales, registrando sus nombres propios. Confirma la labor del poeta de relacionar cotidiana e íntimamente los sitios y las emociones. Dibuja la geometría triangular de la relación entre la niña, la mujer y el tiempo. Busca en la ciencia de la lingüística lo similar con otras ciencias y plantea la posibilidad de una ley de la lengua. En su poesía vemos también el retrato y el cuento corto. Nos encontramos con las ciudades: "La ciudad se escurre", dice Teresa, "entre arrugas de edificios seniles / entre sombras que se beben de tarde en las aceras". Y nos encontramos también en Tijuana, llegando a la conclusión en común de que: "En Tijuana el invierno hace su agosto / sin que el verano se inmute […] en Tijuana todo se permite / en Tijuana todo se pervierte".

La continuación del poemario nos lleva a "Entre las líneas de las manos" de Amaranta Caballero Prado, que hace propuestas de nuevos nombres para la melancolía, el silencio, la libertad, el viaje y la migración. Hilvana con sus letras el ejercicio de pensar la muerte en la vida y la vida en la muerte, la realidad contenida en pensar la muerte como vida y la vida como muerte. Detrás vemos la noche, la tragedia y el sarcasmo; la identificación con lo que oscurece; la sentencia, en el sentido de declaración y en el sentido de resolución. La poesía como canal que lleva hacia el interior de la compleja estructura en capas que constituye la relación entre pensamiento, palabra y acción. Su palabra se aposenta también en la memoria y en las manos, como cuando dice: "Con la memoria hacerme un traje / que me cubra entera / hasta las líneas / de las manos ajenas". Su poesía cobra formas de imágenes, como el mar en el cuerpo. Toca puntos cruciales que tal vez sólo atañen al poeta, como el permitirse la licencia de nombrar sin mencionar ningún nombre. Muestra latente a Venus y con ella a la mitología. Encuadra a las mujeres y a la belleza de lo que hay en común entre ellas. Su escritura se extiende por sus manos, donde residen muchos de sus contenidos. Nos encontramos también con las ciudades, y también con sus fronteras como nuestras fronteras: "Después de volar por los desiertos / nuestros desiertos", dice el poema, "llegar a mi frontera me parece / un festín de muerte / Inevitable".

Finalmente, el poemario concluye en "A veces soy toda noche" de Mariana Martínez Esténs, particularmente caracterizado por el amor, el desamor, el erotismo y la tristeza. Con Ella Fitzgerald de fondo, sus poemas devienen en el ser hombre-mujer. Implicando lo anterior al cuerpo y sus múltiples significados; el cuerpo y su susceptibilidad; el cuerpo en sus partes o entero. Utilizando un lenguaje familiar o un vocabulario vulgar enfrenta la metáfora con la norma, como cuando dice: "Tengo frío en el alma / ¿cómo le pongo el sweater?"; extendiendo así distintos puentes desde la metáfora hacia la situación cotidiana. Su poesía nos lleva de la sorpresa a la ironía, como en: "Tan blanca contigo vuelo / Mis muslos aletean al calor de tu lumbre / Cortinas, las sábanas se enredan en mi vuelo amoroso / Brillantes mis entrañas se nutren de tu lluvia / Carcajeándose mis nalgas / Diluyéndose, la razón me corre por el cuello / y arqueándome decido / que es mejor el amor / cuando no estás". En sus poemas descubrimos escenarios de un mundo fantástico, donde los objetos también dejan de amar. Y nos encontramos una vez más con la ciudad, la identificación con ella: "Entre las luces de la ciudad / Transito / Satisfecha en glorietas sin rumbo / Los caminos no llevan irremediables a tus brazos / Poseo avenidas que tú ignoras".

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